La proximidad de numerosos volcanes en erupción hacía sofocante el ambiente y nuestros dos protagonistas, decidieron acelerar un poco el paso hasta llegar a una zona despejada junto a un río de agua cristalina. Allí encontraron árboles con hojas jugosas en sus ramas más altas, y después de una gran comilona, pudieron descansar.
Hugo y Sauri junto al volcán
Pasado un rato, Hugo le dijo a Sauri mientras observaba la inmensa jungla que comenzaba justo después del claro en el que habían decidido establecer su improvisado campamento:
– Es peligroso adentrarse en la selva durante la noche, deberíamos dormir aquí. Mañana, en cuanto salga el sol, nos pondremos de nuevo en marcha – Las palabras salían lentamente de su boca mientras bostezaba y se dormía.
La oscuridad lo cubría todo por completo pero Sauri no tenía miedo. La risueña Diplodocus se sentía protegida junto a Hugo, no porque Hugo fuese enorme y muy fuerte, no. Sauri se sentía protegida porque el enorme Braquiosaurio roncaba tan fuerte que asustaba a todos los dinosaurios y animales que intentaban acercarse a su refugio.
Los primeros rayos de sol de la mañana, a modo de despertador, comenzaban a rozar las púas de la cabeza de Sauri cuando una libélula gigante se posó en su nariz y su cosquilleo la acabó de despertar.
– Hugo! Hugo! Ya es de día, levántate!- La pequeña Sauri, daba vueltas sin parar alrededor del adormilado Hugo, y repetía su nombre sin cesar.
– Pero si todavía puedo ver la Luna! Vamos Sauri, duerme un ratito más, por favor.
– No tengo sueño, tengo hambre, muchísima hambre.
Al ver que era imposible volver a dormir y que la jornada ya había comenzado, Hugo decidió levantarse. Después de desayunar más hojas de los frondosos árboles que les proporcionaban sombra, los dos dinosaurios avanzaron por el claro hasta llegar a la primera línea de árboles de la jungla. Se detuvieron y se miraron el uno al otro.
– Hugo, esta selva es muy grande. Tengo un poco de miedo – le dijo Sauri muy inquieta a su compañero, mirándolo con sus brillantes ojos negros.
– No debes tener miedo – Le contestó firmemente el Braquiosaurio.
Pero nuestro gigante amigo sabía que una jungla tan grande como aquella estaba repleta de peligros para una Diplodocus tan pequeña como Sauri. Debía haber alguna otra forma de cruzar la jungla sin correr peligro. Observó a su alrededor y una bombilla se encendió de repente justo encima de su altísima cabeza.
– Tengo una idea!!!- Dijo Hugo de repente.
Ayudándose de su fuerte cuello, Hugo comenzó a derribar árboles. Los más gruesos y fuertes que iba encontrando. La pequeña Sauri mientras tanto, observaba atónita las idas y venidas de su compañero de viaje. No tenía ni la más remota idea de lo que estaba haciendo o de cuál era el propósito de tan frenética actividad.
El Braquiosaurio se detuvo cuando había derribado una docena de árboles. Entonces comenzó a entrelazar lianas entre los troncos hasta que en un plis-plas, voilá; fabricó una balsa. Una balsa muy muy grande, supergrande. Lo suficientemente grande como para que dos dinosaurios pudiesen subirse en ella y navegar.
Hugo fue el primero en probar la resistencia de la embarcación. Una vez comprobada su seguridad, invitó a Sauri a subir en ella.
– Ven, sube. No tengas miedo. Poco a poco- Le dijo, acompañándola por la improvisada rampa que subía a bordo.
Al principio Sauri dudó. Pero después de la primera pata, puso la segunda, la tercera y la cuarta. Sin darse apenas cuenta ya estaba encima de la balsa. Hugo desató la liana que les sujetaba a la orilla y muy despacio comenzaron a deslizarse río abajo gracias a la corriente.
Con tanta emoción matutina, nuestros dos dinosaurios aventureros no se habían dado cuenta de que alguien, escondido entre los árboles, había observado todas sus peripecias y ahora les seguía con la mirada río abajo con asombro.
– Vaya par de imprudentes!! Debo avisarles del peligro que corren navegando por este río- Pensó alarmado el Tiranosaurio y comenzó a correr a toda prisa a través de la jungla. Mientras, las figuras de Hugo y Sauri se hacían cada vez más pequeñas a medida que se alejaban rio abajo.
¿Estarán Hugo y Sauri a salvo en la balsa? ¿Conseguirá alcanzarlos el Tiranosaurio-Rex? ¿Qué tipo de misteriosos peligros esconde el rio?
No te pierdas la continuación de las aventuras de Hugo y Sauri en el capitulo 3